No sabía que necesitaba tanto esa llamada hasta que la he recibido. Normalmente me pienso dos o tres veces si aceptarlas o no, hay muchas variables que interfieren en esa decisión, entre ellas;
El lugar en el que me encuentro y lo que sea que estoy haciendo. Si estoy fuera de casa con mis cascos escuchando música de fondo y visualizando escenas de lo más cinematográficas, olvídate de que responda. Es más, cuelgo.
Me molesta que la música se interrumpa, es como si de repente alguien le diera al pause a la película que has decidido ir a ver al cine.
Si me encuentras rodeada de gente en un espacio, véase cafetería, porque no sé qué otros espacios rodeados de gente son los que podría frecuentar, pues depende. Depende de si la mesa en la que me ubico me sugiere la suficiente intimidad como para creer que esa conversación se dará en un espacio seguro y protegido. De lo contrario, olvídate de que responda.
A eso hay que sumarle que durante las mañanas, si no he hecho lo que creo que es prioritario que haga, tampoco es buen momento, y si estoy en el proceso de hacerlo, por supuesto, olvídate también. Hace unas horas estaba sentada en mi habitación mientras esperaba a que la lluvia dejara un poco de tregua para salir a comer algo. Mientras tanto, mis pensamientos se distraían entre la angustia con la que últimamente me levanto. Diría que no sé que es, pero claro que lo sé; de repente estoy viviendo un nuevo capítulo de mi vida, ha empezado no hace mucho y una semana y media no pueden considerarse aún ni de adaptación, es como la verdadera prueba de fuego, aún me encuentro recuperándome del desajuste de horario. Siento que fue ayer cuando puse mi pie en este lugar tan diferente a todos en los que antes he estado.
En otro momento vital relacionaría esa sensación de angustia a la constante incógnita de mi vida. A veces me pregunto si la libertad sin medida me hace algún tipo de favor, después me doy cuenta de la salvajada que supone ese cuestionamiento y me muteo.
La llamada de hoy ha sido algo distinta, en cuanto he visto el nombre y he dejado que suenen los primeros timbres del tono de llamada, automáticamente he dejado de darle vueltas a lo que sea que se las estaba dando. Necesitaba volver al presente, y muchas veces eso mismo son las llamadas, un toque de atención que te devuelve a lo que sea que estés intentando no sentir.
Por eso huimos,
por eso hacemos como si nunca las hubiéramos escuchado,
por eso muchas veces nos dan pereza,
porque no queremos abrir el ojo a la realidad que está en ese momento pasando.
Qué triste y a la vez qué revelador, la de llamadas que habré dejado pasar por priorizar mis pensamientos obsesivos, y la de llamadas que habré dejado de responder por estar tan profundamente adentrada en lo que estaba viviendo. Tanto que nada quería que lo interrumpiera, tanto que no me llegaba a plantear que lo que sea que pudiera necesitar la persona que llamaba fuera a ser de importancia.
Imagino que a veces así es como una necesita funcionar, mostrándose inalcanzable, pero necesitando enormemente la atención. Imagino que a veces eso cuesta de descifrar, sobre todo para quien aún eres una desconocida, o para quien aún duda entre si no siente el suficiente amor por ti como para atreverse a cuidar esa necesidad.
Os invito con esta suave reflexión a que penséis en, ¿cuándo fue la última vez que no quisiste contestar?, y, ¿cuáles son esas personas por las que interrumpirías cualquier momento cumbre en la sala del cine con tal de saber cuál es su necesidad?