Ayer a las 06 de la mañana estaba en el aeropuerto cogiendo un vuelo de vuelta a casa. Una semana de aventura no sabía que podía resultar tan determinante para lo que queda de año, pero así es, cuantas más veces me lanzo más cuenta me doy de lo bien que me sienta hacerlo.
Últimamente la gente del aeropuerto me resulta más extraña que familiar, recuerdo que hace unos años me inspiraba estar en un lugar en el que nadie pertenece, nadie construye, nadie se asienta y probablemente nadie pase más de las horas correspondientes a la anticipación o al retraso de su vuelo. Caras nuevas, intentado adivinar hacia qué lugar se estarán embarcando, qué motivación les llevará hacia allá, y si alguien les espera, o si bien es un tramo del camino en el que la compañía no es esencial.
Puede que hace unos años me hiciera más ilusión coger un avión que ahora, y que todos mis pensamientos detrás de ese acto estuvieran camuflados por la idealización de quien puede ser libre moviéndose a cualquier lado. Ahora entiendo que la libertad va más allá del movimiento, y que hay martes en los que coger un avión a primera hora sin necesitar cogerlo me hizo sentir un poco esclava.
Cerré los ojos en la que siempre será mi casa
y los volví a abrir en mi hogar.
Y ahí me esperaba él,
mi abuelo.
Este fin de semana fue su cumpleaños, y la vida en sus ojos sigue brillando, sobre todo cuando me ve a mí y a mi hermano. (De pequeña quería ser decoradora de interiores y abuela, siempre me ha parecido un planazo).
La cuestión es que, subida en el coche que don Andrés aún conduce, a su forma, le pregunté por las dos cosas que más le gustan; la comida y la gente. Así estuvimos un rato largo intercambiando lo que yo había comido durante esos días y la gente tan maravillosa que he conocido, y él me respondió con cómo celebró su cumpleaños y quiénes le habían felicitado.
Y de repente, me preguntó;
-”¿Pero has organizado tú todo?”
a lo que yo le respondí que sí, y él añadió;
-“Eres valiente. Siempre has sido valiente”.
Creo que ahí me di cuenta de que quizás a la anterior parte de la conversación no le había estado prestando tanta atención como a esta. Mi abuelo cree que soy valiente, y yo siempre me creo todo lo que me dice mi abuelo, porque sea que diga y haga, me quiere. Inegociablemente los abuelos saben cómo se quiere.
No sabía que era valiente hasta que él me lo dijo ayer, no tuve ni que preguntarme qué es lo que él considera necesario para serlo, me llevé la observación a mis últimos actos;
En los anteriores años he sido de todo; indecisa, insegura, cambiante, despistada, comprometida, no comprometida, optimista, sensata, aburrida, coherente, reservada, reflexiva, pasiva, pacífica, y podría seguir. Pero lo que más he sido durante estos dos últimos años es arriesgada:
-He hecho y deshecho sin pensármelo más de 2 veces.
-He dicho que no, he dicho adiós y he podido decir que por ahí no se pasa.
-He dejado que me mientan y después he dejado claro que he dejado que me mientan y que eso de mí no dice, dice de quienes se piensan que nadie se da cuenta.
-He decidido por mi yo del futuro anticipándome.
-Y decidí bien.
-Me he lanzado sin plan todas las veces que he podido.
-He seguido el camino sin saber con qué iba a encontrarme.
-He parado de caminar porque no sentía que valiera la pena nada.
-Y he vuelto a levantarme.
-Me he dicho que no mil veces, y he dejado de creer en mí en la última.
-He vuelto a cuestionarme.
-Realmente nunca he dejado de cuestionarme.
Pero lo que más me hace sentir valiente es que a día de hoy puedo decir muy en alto y con todos los respectivos comprobantes, que hago lo que me da la gana, que aunque sienta que es un mal momento me dejo en paz viviéndolo, que aunque considere que me estoy excediendo, lo hago si es lo que me sale de dentro, y que de cada vez le puedo poner más seguridad a lo que ya sé que es,
no hay nada más valiente
que a todo lo que dices, sientes y haces, te arriesgues a ponerle tu sello.
🫂🫂🫂
Que Bonito todo ✨